Amor y Anarquía

[pajarojaula]

Pego acá un texto de Enrico Malatesta (gran anarquista tano) que me compartió F. Creo que tiene bastante que ver con la mentalidad revolucionaria que tenemos y queremos encarar. Elijo pegarlo en la parte de teoría por las preguntas que plantea, específicamente de la familia, pero es un manifiesto de sentimiento (y... amor) revolucionario que bien podría estar en discusión general pero yo creo que parte importante de la teoría tiene que ver con la mentalidad, con la transformación que cada uno de nosotros tiene que estar dispuesto a adoptar, tanto hacia fuera como hacia dentro. Disfruten. 

Amor y Anarquía

Enrico Malatesta

Al principio puede parecer extraño que la cuestión del amor y todas las que le son conexas preocupen mucho a un gran número de hombres y de mujeres mientras hay otros problemas más urgentes, si no más importantes, que debieran acaparar toda la atención y toda la actividad de los que buscan el modo de remediar los males que sufre la humanidad.
Encontramos diariamente gentes aplastadas bajo el peso de las instituciones actuales; gentes obligadas a alimentarse malamente y amenazadas a cada instante de caer en la miseria mas profunda por falta de trabajo o a consecuencia de una enfermedad; gentes que se hallan en la imposibilidad de criar convenientemente a sus hijos, que mueren a menudo careciendo de los cuidados necesarios; gentes condenadas a pasar su vida sin ser un solo día dueñas de si mismas, siempre a merced de los patronos o de la policía; gentes para las cuales el derecho de tener una familia y el derecho de amar es una ironía sangrienta y que, sin embargo, no aceptan los medios que les proponemos para sustraerse a la esclavitud política y económica si antes no sabemos explicarles de qué modo, en una sociedad libertaria, la necesidad de amar hallara su satisfacción y de qué modo comprendemos la organización de la familia. Y, naturalmente, esta preocupación se agranda y hace descuidar y hasta despreciar los demás problemas en personas que tienen resuelto, particularmente, el problema del hambre y que se hallan en situación normal de poder satisfacer las necesidades mas imperiosas porque viven en un ambiente de bienestar relativo.

Este hecho se explica dado el lugar inmenso que ocupa el amor en la vida moral y material del hombre, puesto que en el hogar, en la familia, es donde el hombre gasta la mayor y mejor parte de su vida. Y se explica también por una tendencia hacia el ideal que arrebata al espíritu humano tan pronto como se abre a la conciencia.

Mientras el hombre sufre sin darse cuenta los sufrimientos, sin buscar el remedio y sin rebelarse, vive semejante a los brutos, aceptando la vida tal como la encuentra.

Pero desde que comienza a pensar y a comprender que sus males no se deben a insuperables fatalidades naturales, sino a causas humanas que los hombres pueden destruir, experimenta en seguida una necesidad de perfección y quiere, idealmente al menos, gozar de una sociedad en que reine la armonía absoluta y en que el dolor haya desaparecido por completo y para siempre.

Esta tendencia es muy útil, ya que impulsa a marchar adelante, pero también se vuelve nociva si, con el pretexto de que no se puede alcanzar la perfección y que es imposible suprimir todos los peligros y defectos, nos aconseja descuidar las realizaciones posibles para continuar en el estado actual.

Ahora bien, y digámoslo en seguida, no tenemos ninguna solución para remediar los males que provienen del amor, pues no se pueden destruir con reformas sociales, ni siquiera con un cambio de costumbres. Están determinados por sentimientos profundos, podríamos decir fisiológicos, del hombre y no son modificables, cuando lo son, sino por una lenta evolución y de un modo que no podemos prever.

Queremos la libertad; queremos que los hombres y las mujeres puedan amarse y unirse libremente sin otro motivo que el amor, sin ninguna violencia legal, económica o física.

Pero la libertad, aun siendo la única solución que podemos y debemos ofrecer, no resuelve radicalmente el problema, dado que el amor, para ser satisfecho, tiene necesidad de dos libertades que concuerden y que a menudo no concuerdan de modo alguno; y dado también que la libertad de hacer lo que se quiere es una frase desprovista de sentido cuando no se sabe querer alguna cosa.

Es muy fácil decir: "Cuando un hombre y una mujer se aman, se unen, y cuando dejan de amarse, se separan". Pero sería necesario, para que este principio se convirtiese en regla general y segura de felicidad, que se amaren y cesaren de amarse ambos al mismo tiempo. ¿Y si uno ama y no es amado? ¿Y si uno aun ama y el otro ya no le ama y trata de satisfacer una nueva pasión? ¿Y si uno ama a un mismo tiempo varias personas que no pueden adaptarse a esta promiscuidad?

"Yo soy feo - nos decía una vez un amigo - ¿Que haré si nadie quiere amarme?" La pregunta mueve a risa, pero también nos deja entrever verdaderas tragedias.

Y otro, preocupado por el mismo problema, decíanos: "Actualmente, si no encuentro el amor, lo compro, aunque tenga que economizar mi pan. ¿Que haré cuando no haya mujeres que se vendan?" La pregunta es horrible, pues muestra el deseo de que haya seres humanos obligados por el hambre a prostituirse; pero es también terrible... y terriblemente humano.

Algunos dicen que el remedio podría hallarse en la abolición radical de la familia; la abolición de la pareja sexual mas o menos estable, reduciendo el amor al solo acto físico, o por mejor decir, transformándolo, con la unión sexual por añadidura, en un sentimiento parecido a la amistad, que reconozca la multiplicidad, la variedad, la contemporaneidad de afectos.

¿Y los hijos?... Hijos de todos.

¿Puede ser abolida la familia? ¿Es de desear que lo sea?

Hagamos observar antes que nada, que, a pesar del régimen de opresión y de mentira que ha prevalecido y prevalece aun en la familia, esta ha sido y continua siendo el mas grande factor de desarrollo humano,pues en la familia es donde el hombre normal se sacrifica por el hombre y cumple el bien por el bien, sin desear otra compensación que el amor de la compañera y de los hijos.

Pero, se nos dice, una vez eliminadas las cuestiones de intereses, todos los hombres serán hermanos y se amarán mutuamente.

Ciertamente, no se odiarán; cierto que el sentimiento de simpatía y de solidaridad se desarrollaría mucho y que el interés general de los hombres se convertiría en un factor importante en la determinación de la conducta de cada uno.

Pero esto no es aún el amor. Amar a todo el mundo se parece mucho a no amar a nadie.

Podemos, tal vez socorrer, pero no podemos llorar todas las desgracias, pues nuestra vida se deslizaría entera entre lagrimas y, sin embargo, el llanto de la simpatía es el consuelo más dulce para un corazón que sufre. La estadística de las defunciones y de los nacimientos puede ofrecernos datos interesantes para conocer las necesidades de la sociedad; pero no dice nada a nuestros corazones. Nos es materialmente imposible entristecernos a cada hombre que muere y regocijarnos a cada nacimiento.

Y si no amamos a alguien mas vivamente que a los demás; si no hay un solo ser por el cual no estemos particularmente dispuestos a sacrificarnos; si no conocemos otro amor que este amor moderado, vago, casi teórico, que podemos sentir por todos, ¿no resultaría la vida menos rica, menos fecunda, menos bella? ¿No se vería disminuida la naturaleza humana en sus mas bellos impulsos? ¿Acaso no nos veríamos privados de los goces mas profundos? ¿No seriamos mas desgraciados?

Por lo demás, el amor es lo que es. Cuando se ama fuertemente se siente la necesidad del contacto, de la posesión exclusiva del ser amado.

Los celos, comprendidos en el mejor sentido de la palabra, parecen formar y forman generalmente una sola cosa con el amor. El hecho podrá ser lamentable, pero no puede cambiarse a voluntad, ni siquiera a voluntad del que personalmente los sufre.

Para nosotros el amor es una pasión que engendra por si misma tragedias. Estas tragedias no se traducirían mas, ciertamente, en actos violentos y brutales si el hombre tuviese el sentimiento de respeto a la libertad ajena, si tuviese bastante imperio sobre sí mismo para comprender que no se remedia un mal con otro mayor, y si la opinión publica no fuese, como hoy, tan indulgente con los crímenes pasionales; pero las tragedias no serían por esto menos dolorosas.

Mientras los hombres tengan los sentimientos que tienen - y un cambio en el régimen económico y político de la sociedad no nos parece suficiente para modificarlos por entero - el amor producirá al mismo tiempo que grandes alegrías, grandes dolores. Se podrá disminuirlos o atenuarlos, con la eliminación de todas las causas que pueden ser eliminadas, pero su destrucción completa es imposible.

¿Es esta una razón para no aceptar nuestras ideas y querer permanecer en el estado actual? Así se obraría como aquel que no pudiendo comprarse vestidos lujosos prefiriese ir desnudo, o que no pudiendo comer perdices todos los idas renunciase al pan, o como un medico que, dada la impotencia de la ciencia actual ante ciertas enfermedades, se negase a curar las que son curables.

Eliminemos la explotación del hombre por el hombre, combatamos la pretensión brutal del macho que se cree dueño de la hembra, combatamos los prejuicios religiosos, sociales y sexuales, aseguremos a todos, hombres, mujeres y niños, el bienestar y la libertad, propaguemos la instrucción y entonces podremos regocijarnos con razón si no quedan mas males que los del amor.

En todo caso, los desgraciados en amor podrán procurarse otros goces, pues no sucederá como hoy, en que el amor y el alcohol constituyen los únicos consuelos de la mayor parte de la humanidad.

[mati]

Precioso texto, se agradece mucho el post. Aprovecho para comentar sobre algunos de los temas que propone (amor y familia).



Malatesta parecería partir, como querría yo, de la premisa de que la revolución es necesaria, en tanto única forma de superar los males de la vida capitalista al llegar a una sociedad fundamentalmente diferente. También parte (también como querría yo) de la premisa de que la revolución es posible, en tanto que el hombre "comienza a pensar y a comprender que sus males no se deben a insuperables fatalidades naturales". De esta manera, el compañero anarquista levanta una pregunta fundamental: ¿qué ocurre con el amor en la sociedad post-revolucionaria? Y esta pregunta es importante no sólo en términos de planear cómo sería la sociedad del futuro, sino también (y quizás especialmente) porque la cuestión del amor resulta una motivación fuertísima a la hora de pensar/querer/desear/predicar la revolución.

Una primera cuestión que aparece enseguida es la distinción entre los males sociales del hombre y los males, por así decir, "naturales". Si bien no compartiría la clasificación del amor como propio del orden fisiológico, eso no es relevante acá. Lo que es relevante es el hecho de que el amor (y sus males) no son sociales, sino propios del ser humano en tanto tal. Esto quiere decir que la sociedad anarco-comunista que los revolucionarios deseamos eliminaría todos los males que podríamos denominar del orden de "la injusticia social". Que existan diferencias socioeconómicas, explotación, propiedad privada, hace que haya siempre pobreza, enfermedad, alienación, hambre, violencia, guerra... El objetivo sería que todo eso desapareciera con la revolución y las generaciones nacidas de una nueva forma de sociedad. Ahora bien, hay "males" que nos aquejan porque es nuestra condición humana, por así decir. Somos seres finitos, somos seres-para-la-muerte (como decía Herr Heidegger) y sin importar cuán avanzada y copada sea nuestra medicina y nuestra calidad de vida, este hecho nos atormentará siempre. En esa vida finita, también lo que ocurre adentro es finito. Algunos intereses, deseos, amores, cambian. Y en esos cambios hay pérdida, hay sufrimiento, dolor... No importa en qué sociedad vivamos, si seguimos siendo humanos, seguiremos amando y dejando de amar, perdiendo, sea por las circunstancias del mundo de la vida, por los conflictos de intereses, por la muerte inesperada de un ser querido.

El amor es entonces, decimos Malatesta y yo, algo que no es social, sino humano. Pero como suele pasar en casi todos los ámbitos del mundo, los límites pueden ser difusos: ¿qué del amor es humano y qué social? ¿De qué lado ponemos el matrimonio, la familia, la identidad sexual, las costumbres 'normativas' sobre la conducta sexual y todos los otros temas polémicos? El punto importante frente a estas preguntas es entonces doble: debemos aceptar que el amor es humano y debemos pensar cómo sería entonces en una sociedad fundamentalmente diferente. En gran medida, cómo sería en una sociedad basada en el amor.

Quizás yo sería para Malatesta uno de esos que quieren abolir la familia. Pero no es tan así tampoco. Decimos que el amor es humano, ¿y la familia? ¿es humana o es social? En esta pregunta se juega mucho. Como decía al principio, está la cuestión de "planear" esa sociedad en la que queremos vivir, pero también y de manera más inmediata en la experiencia, aparece la cuestión de "¿quiero vivir en una sociedad con/sin familia?" Y la pregunta es importante porque divide aguas. Alguien podría decir "yo no me sumo a un proyecto revolucionario que (no) quiera familia". Para atacar esta pregunta, debemos preguntarnos primero ¿qué es la familia? ¿Es esa institución patriarcal propia de la historia de las sociedades explotadoras? ¿Puede un matriarcado ser una familia? ¿Si se le llama "padre" al hermano de la mujer que parió el niño, es una familia? ¿Si las mujeres viven en una casa y los hombres en otra, son una familia igual? ¿Si hay poligamia? ¿En qué familia está pensando Malatesta a la ahora de preguntar si debemos o no abolirla? No hay que quedarse atrapado en las cuestiones terminológico-conceptuales. No necesitamos responder qué es la familia o podemos decir que todas ellas son familia en algún sentido. Lo que necesitamos responder es cómo queremos entender la 'materialización', la 'efectivización' en el mundo de la vida, del amor, en nuestra sociedad post-revolucionaria y esa pasa a ser la cuestión de base, y no "¿familia sí o no?". Entonces, podríamos preguntarnos, ¿queremos alguna de esas nociones de familia para nuestra sociedad o algo radicalmente nuevo? Otra forma de encarar el problema, sería preguntando ¿qué se sigue necesariamente del amor humano (pre-social)? Es decir, ¿qué no podríamos cambiar de nuestro modo de ser respecto del amor?, o ¿cuáles son aquellas cosas que, si las cambiáramos, violentaríamos nuestra naturaleza misma (del modo en que, por ejemplo, la sociedad explotadora violenta nuestra naturaleza misma, al alienarnos de nuestro trabajo, del otro y de la naturaleza)
?
Hasta ahí el planteo conceptual. Me juego por algunas respuestas. Decía que en algún sentido yo querría abolir la familia para la sociedad post-revolucionaria, pero vamos a precisar esa idea.

Yo no creo que del amor humano y 'pre-'social, se sigan necesariamente, por ejemplo: la monogamia, el patriarcado, la heterosexualidad, la privacidad de la crianza de un niño por sus progenitores biológicos. Pero, tampoco creo que de ese amor humano se sigan necesariamente: la poligamia/promiscuidad, el matriarcado, la homosexualidad, la desconexión total de lo biológico y lo cultural. ¿Qué sí, entonces? Es evidente que el matrimonio como institución social desaparecería en una sociedad anarquista, por el mero hecho de que no habría instituciones en ese sentido. Tampoco debería haber ni patriarcados ni matriarcados, porque creemos en una 'igualdad' de género posta y por lo tanto no habría por qué establecer una diferencia de poder respecto de la crianza de niños. Tampoco, creo yo, debería limitarse el deseo sexual, obligándonos a todos a definirnos como hetero, homo, trans, o lo que fuera. Creo que del amor humano se sigue la posibilidad bastante ilimitada de desear y amar a cualquier otro humano, como a uno más le pinte. Creo que los niños deberían ser educados a nivel comunidad-sociedad y no en la privacidad del hogar de una familia. En el sentido de cómo pensamos todos, en tanto sociedad, la educación de los niños que son, en algún sentido, de todos. Pero tampoco creo que hubiera que prohibir que las personas supieran quiénes son sus padres, o que pudieran, si así quisieran, tener un trato personal entre sí (ejemplos de esto podrían ser los Kibbutz de Israel, o Los desposeídos).

Para entender qué sí se sigue de ese amor humano, me parece muy interesante la cuestión que plantea Malatesta de esta suerte de amor a todos, cristiano-comunista, que por momentos pareceríamos querer para nuestra sociedad intermonádica del amor. Y me parece que ahí es donde al amigo de Italia se le confunden los niveles. Estoy de acuerdo con él: en un sentido, es imposible amar a todos. Porque, de vuelta, somo finitos. Sólo tenemos tanto para dar. Si existe, será dios el que nos ama a todos por igual. Pero nosotros, sólo podemos amar a algunos. Es así, tenemos amigos, parejas, novias, compañeros de trabajo, familiares, conocidos, ese con el que jugamos un deporte, el otro con el que nos tomamos una birra, aquel que ni sabemos cómo se llama, pero le sonreímos todas las mañanas cuando nos lo cruzamos, y así... multiplicidad de vínculos variadamente complejos. Y está bien, ¿no? ¿Por qué no? Hay gente que nos cae mejor, porque sí, porque somos como somos y el otro es como es y nos relacionamos como mejor nos haga. A veces uno quiere más y el otro menos, y bueno... se ve, qué se le va a hacer, hay un montón de gente en el mundo a la que darle amor y siempre podremos aprender algo de cada pérdida para que no todo quede perdido. Así todo, complejos y variados como sean los vínculos, parece cierto que hay amores especiales (en contraposición también a ese amor general que podríamos tener por la humanidad entera). Están los amigos "de verdad", "de toda la vida". Está la(¿s?) pareja(¿s?) romántica(¿s?). Capaz están mamá y papá o los hermanos de sangre. Capaz no. Pero sean quiénes sean, están aquellos a los que, al menos durante un tiempo significativo de la vida, amamos más que a otros. Entonces, ¿cómo son los vínculos en la sociedad post-revolucionaria?

Me parece que tomar en serio la idea de anarquía es un buen punto de partida. Nada está prohibido, que la gente haga como le parezca. Si uno quiere formar un vínculo mongámico con una persona del sexo que fuere (o varias, ya que estamos), que lo haga. El que no quiera, que no lo haga. Si yo la quiero a ella y ella quiere a todos, alguno sufrirá. Capaz se adaptarán alegremente el uno al otro, capaz se separarán tristemente y encontrarán otros o desearán otras cosas. La idea de que el amor y el deseo sexual son mucho más grandes de lo que el capitalismo y el resto de las sociedades explotadoras han permitido, me parece bastante evidente. En una sociedad donde no impusiéramos ninguna de estas restricciones respecto del deseo, no existirían los que juzgan. Aunque (me pinta que probablemente) existirían, igualmente, deseos restringidos. Hombres que prefieren relaciones mongámicas con hombres y abiertas con mujeres, y otros que al revés, y mujeres que sólo quieren estar con mujeres y otras que no quieren ningún compromiso, y todo lo que se te ocurra. Y también, diferentes deseos a lo largo de la vida de cada uno, como ya nos pasa en este mundo. Hay momentos de hacer pareja, otros de "experimentar", como se dice por ahí, otros de soledad también...

Hasta ahora suena todo muy lindo. Que cada uno haga lo que quiera y nos respetaremos en nuestros deseos y decisiones. Y sufriremos y nos la bancaremos, porque se trata de esos sufrimientos que nos hacen sentir, sublimar en arte, aprender, hacernos más fuertes, conocernos y no de esos sufrimientos innecesarios como padecen hoy todos aquellos cuyo deseo no encaja en las cajitas armadas para la prosperidad de la sociedad explotadora. Pero claro, ¿qué vamos a hacer con los niños? Y ahí es cuando yo diría "familia no". Y no quiero abolirla, como si fuera algo que va a ocurrir naturalmente y uno lo prohíbe con algún tipo de coerción social, incluyendo la coerción ideológica. Porque como decía, "familia" se dice de muchas maneras y del amor no parece seguirse ninguna de ellas en particular. Están aquellos a los que les gusta apelar al mundo animal para justificar una u otra cosa, tipo "las palomas los pingüinos son monógamos" y el otro contesta "sí, y casi todas las otras especies no". Quizás, la diversidad del mundo animal ocurra también en el mundo humano y no tengamos que definir nuestros amores apelando a otros seres. Entonces, por "familia no" yo quiero decir: tomemos como sociedad otra decisión respecto de cómo queremos que sea la reproducción, la crianza y la educación de los niños. Si no queremos propiedad privada y queremos vivir como comunidad (aunque a algunos los amemos especialmente), decidamos entonces que la reproducción, crianza y educación sean asuntos de la comunidad y no de la privacidad de los individuos que se reproducen biológicamente entre sí. Criemos a los niños todos juntos, eduquémoslos a todos juntos, decidamos entre todos qué queremos enseñarles y cómo. Como hoy, que algunos elijan esa como su vocación, aunque fuera esa entre otras. Después de todo, todo el que tiene un saber, tiene algo para enseñarle a un niño. Ahora, lo que creo es que esto no tiene por qué implicar (o que tuviéramos que prohibir) que los humanos que deciden reproducirse, no puedan mantener un vínculo afectivo "especial" con sus niños, si así lo quisieran. Ni que los niños no puedan tenerlo con sus padres, hermanos o quienes fueran. Para muchos la idea de crianza colectiva implica necesariamente la de desvincular completamente lo biológico de lo cultural. No creo que eso sea así, creo que son modos compatibles.

Dejé abierta la cuestión del "amor a todos" y la acusación a Malatesta de confundir niveles. Creo que debemos querer (paradójico como eso suena) una sociedad post-revolucionaria basada en la idea del amor a todos. Pero dije que era imposible. Sí, en el sentido de amar a todo el mundo con la misma intensidad o de la misma manera. Pero no creo que eso sea la idea del amor a todos. Me parece que, a nivel comunidad-sociedad, la idea de amar a todos tiene que ver con la predisposición que tiene uno hacia el otro. El a priori valorativo de la intersubjetividad. Cómo constituyo al otro afectivamente en ese primer momento. Y amar a todos significa entonces "está siempre predispuesto al amor" o como dice Malatesta correctamente, al no-odio, aunque quisás yo pediría un poquito más que un no-odio, algo como un aprecio general, una empatía universal. Entonces, en vez de que las madres les digan a sus hijos "no hables con extraños", los adultos le dirían a los niños "habla con cada extraño con quien tengas la oportunidad", aunque en ningún caso uno cumpla siempre con la máxima. Y el cambio es grande. Sí, el otro podría eventualmente lastimarnos por amarnos menos de lo que nosotros lo amamos, y sufrir por eso. Y temer por eso. Pero nunca temeríamos que nos lastime a propósito, o nos mate, viole, manipule, robe, juzgue, etc... Amar a todos es pasar de un mundo en el que el otro es un otro total, extraño (y más total, según cuán diferente sea en los diferentes sentidos posibles: cultural, nacional, religioso, ideológico, de personalidad, etc.) donde el otro es una amenaza; a un mundo en el que el otro es realmente un "otro como yo", que como mínimo es un otro humano, un miembro de mi misma comunidad, sociedad, especie; a un mundo en el que el otro es un posible amigo, amante, compañero, o encuentro pasajero.

¿Y cómo esta idea de estar predispuestos al amor antes que a otra cosa, entraría en conflicto con la idea de que amamos a algunos más que a otros? Claro, es un problema cuando la sociedad obliga a una lógica de supervivencia en la que el otro siempre puede ser un medio para un fin y ponele que por amor humano o por estrategia oportunista, mis fines se alinean con los de otros, entonces son mis amigos y juntos, en familia, nos enfrentamos al resto del mundo. Pero la maldad y la competencia entre humanos no se sigue de que amemos a unos más que a otros, se sigue de que nos obliguen a siempre ser medio de otros y a usar a otros siempre como medio para un fin "privado". Pero estamos hablando de esa sociedad en la que supusimos que logramos eliminar la explotación. En la que, ¿qué razón podría haber para usar al otro como medio? En la que no hay que competir para sobrevivir, sino cooperar. En la que el interés de la comunidad viene antes que mi deseo caprichoso, porque ya decidí que quiero vivir en sociedad. Y sí, conflictos habrá siempre. Podremos pelearnos por el amor de las personas. Pero eso, de vuelta, parece inevitable. Y además, sería sólo eso.
No creo que una sociedad exitosa basada en el principio de la cooperación fracase por un par de desamores.
Amar a todos como valor básico de los vínculos humanos. Amar especialmente, porque es nuestra naturaleza y nuestra posibilidad. Pero de amar especialmente no tenemos que saltar a la familia. Podemos dejar la reproducción, la crianza y educación, del lado del amor a todos, del lado de la comunidad. Que aparezcan ahí los vínculos de amor especial que tengan que aparecer. Por supuesto, puede haber conflictos. ¿Qué si alcanzamos el límite posible de población que podemos mantener dados los recursos existentes? Inevitablemente tendremos que decidir como sociedad regular la reproducción. Porque permitir una libertad a nivel "familia" implicaría poner en riesgo la supervivencia misma de la especie o muchísimos individuos al menos. ¡Mejor aun! Estaremos más preparados como sociedad para tomar esa decisión, aunque vaya implicar incontables sufrimientos para muchísimos individuos. En ese mundo, habrá hombres y mujeres que desearán procrear y no podrán hacerlo. Y eso traerá dolor. Pero, nuevamente, parece inevitable. Y si no fuera la amenaza de la escasez de recursos, ¿qué otra razón habría para que la comunidad le diga a un individuo "usted no puede procrear"? Quizás, "usted no puede procrear aquí, porque en esta parte del mundo estamos escasos, quédese sin hijos o váyase y procree en otro lado". Pero nuevamente, ¿qué ventaja tendría la familia como decisión para procrear? No se me ocurre otra justificación que el deseo privado, de relacionarse de manera privada y desinteresada respecto de la comunidad.
¿Por qué los humanos que quieren ser padres biológicos deberían también querer criarlos en la privacidad de un espacio, si viven en comunidad? ¿Por qué "darle el derecho" o promover a las personas aislarse de la comunidad cuando deciden procrear?
Claro, Malatesta señala correctamente la contraparte: la familia "ha sido y continúa siendo el más grande factor de desarrollo humano, pues en la familia es donde el hombre normal se sacrifica por el hombre y cumple el bien por el bien, sin desear otra compensación que el amor de la compañera y de los hijos". El problema podría ser, como ocurre en algunas sociedad europeas "avanzadas", que las personas decidieran no tener más hijos. En ese sentido, la institución de la familia es "eficiente". Y en nuestro mundo, entonces, probablemente tendríamos que tomar decisiones raras. Como pedirnos mutuamente la reproducción. Capaz exigírnosla si hiciera falta, mediante sorteos o con criterios de algún tipo. Capaz empecemos a hacer bebés en tubos de ensayo y eso hoy suena terrible, pero ¿si nadie más quiere tener hijos, sería tan terrible? Si no puede ser que eso ocurra, si siempre habrá los que quieren, entonces este problema no existe. Además, ¿de qué nos sirve esa eficiencia de la familia para garantizar la reproducción, si no es lo que quieren los humanos (o sea, partiendo de la premisa en la que hay un mundo en el que los humanos ya no quieren tener hijos, porque no pueden criarlos adentro de casas que llaman "suyas")? La verdad que expresa Malatesta es una trampa. La explotación también (hasta diría que más que la familia) ha sido un gran factor de desarrollo humano. Es lo que nos permitió en 5000 años construir naves espaciales, satélites, robots, máquinas que podrían hacer el trabajo que ningún humano querría hacer, alargar la vida, hacer arte a lo loco y ciencia, y filosofía y desplegar el espíritu etc., etc... pero, ¿a qué precio? Y lo mismo ocurre con la familia. Nos permite reproducirnos de manera estable y ordenada, ¿pero a qué precio? Y sí, en un mundo de mierda, donde nos cagan por todos lados, ¿por qué carajo iba a reproducirme? ¿Por qué iría a trabajar? Por amor a mi familia, a mi mujer, a mis hijos. Cumplo el mandato de reproducirme, como me enseñan de chiquito, y después me justifico moralmente en todas mis acciones diciendo que lo hago, probablemente con verdad, por amor a mi familia. Entonces la familia cumple su rol en esta sociedad, sin duda, ¿quién lo negaría? Pero, ¿por eso tenemos que desearla para nuestro futuro? Y sí, podría decir alguien, es lo único bueno en este mundo de mierda. Pero ni tanto, considerando cuánto podemos explotar de sentido el concepto de familia, que de repente incluye amigos, a veces primos, en algunos casos ambos padres, en otros ninguno... lo que queremos conservar es el amor, no la familia. Si podemos desarrollar el espíritu humano a partir de una sociedad no-explotadora, también podemos desarrollarlo en una donde la familia ya no exista.

Y es que en definitiva, creo que se resume a eso. No quiero abolir ni prohibir nada. Creo que si tomamos la decisión de vivir en una sociedad comunitaria, donde ya reconocemos que el interés de la comunidad viene primero, podemos también tomar la decisión de que cada uno decida como quiera sobre sus amores especiales y que todos juntos decidamos sobre los niños de la sociedad, basados en la idea de amor a todos. Creo que si tomamos esa decisión, la familia pierde sentido. Porque pasamos a ser todos una gran familia y porque ya no existiría ninguna restricción sobre a quién podemos amar especialmente (capaz algún tabú de incesto básico como para tampoco promover enfermedades genéticas, ¿no? Tampoco la pavada...)

Amor a todos como valor social y punto de partida respecto del otro. Amor especial, porque somos humanos y así es como amamos. Y que la crianza surja de esos amores, sin que nadie puede decir de otra persona que es "suya". "A mi hijo lo educo como quiero, no te metas", "No, macho, acá no. El niño no es de nadie, aunque venga de tu semen. El bienestar y la felicidad de los niños son responsabilidad de toda la comunidad". A mí me parece más copado eso que la familia, ¿no?

[amok]

¡Alto texto de Malatesta camarada PajaroJaula! Tengo una o dos opiniones que compartir, pero dada esta voluntad Marxista de verdad absoluta que me anima, tal vez solo pueda expresar las opiniones intentando corregir al señor anarquista. Bien, en honor a la libertad libertaria, que así sea.

Primero corregiría el título: más que sobre amor y anarquía, Enri parece hablar sobre desamor y anarquía (e, incluso, para ser todavía más precisos, sobre desamor y revolución). Con alguna sutileza por ahí, pero que voy a dejar para más abajo. Y así, sino me equivoco, yo pondría crudamente el problema que motiva a Malatesta a escribir este texto en estas pocas palabras:

1. En una sociedad revolucionaria, aún cuando se hayan resuelto el resto de los males que aquejan a los individuos, aún persistirían los dolores del desamor.

2. Esto no es óbice para no hacer la revolución.

Estoy de acuerdo con ambas, con 1. y 2. Fuertemente de hecho. Y, sin embargo, creo que hay una suerte de fenomenología del amor en Malatesta, es decir, una descripción de qué es el amor, y qué es la simpatía, que no me convence del todo.

Malatesta parece advertir acerca de lo infructuoso de las soluciones fáciles. Ni la proposición meramente lingüística de una sociedad del amor libre, ni una facilidad, consagrada por la comunidad para armar y para romper relaciones, son una solución pal problema del amor no correspondido.

Se trata, entonces, de un amor que no encuentra su reciprocidad, y que se agota en su búsqueda y su deseo. De una voluntad libre eligiendo realizar un acto -amar- que no puede desplegarse del todo. Porque todo amor romántico, diría Malatesta, quiere encontrarse con su sujeto elegido, y porque, en definitiva, y contra Freud, no hay objetos de amor. Amar es un acto y lo que quiere ese acto no es un objeto, ni siquiera un sujeto, sino otro acto. Un acto -de amor- que busca otro acto -de amor-. Pero ese otro acto, como producto de una libertad que no soy (pues es ella, pues es él), puede no llegar, o puede no ocurrir. Y entonces el amor, como acto, se dirige a algo que no existe: es decir, ese acto de amor -del otro- que se anhela y no se encuentra. El amor nunca busca simplemente a Debb, creo que diría Malatesta, sino que busca el amor de Debb.

Y acá no hay soluciones sociales. ¿Qué puede resolver la sociedad cuando uno ama pero no es amado? Se trata, "sencillamente", de dos libertades que no concuerdan, y que quizá no pueden concordar. Se trata, quizá, en una omnitorción total de ese dictum tan liberal, de la verdad inmanente a aquello de que "Mi libertad termina donde comienza la libertad del otro". Siendo lo más trágico que tampoco es tan así, porque la libertad del amante no se termina necesariamente con el rechazo o con la ruptura; y durante un trágico tiempo, y quizá durante toda una vida, ese amor infructuoso puede continuar y sostenerse en su ser.

Y hasta acá, Malesta, te banco. La Revolución no debiera pensarse como una solución para todos los "problemas" que "aquejan" a las subjetividades individuales. Los sentimientos son frágiles y contingentes, y lo mismo los seres humanos. La revolución no nos va a volver a todos Superman. Ni DonJuan, ni Madonna, ya que estamos. Y aún así, aún cuando esa fragilidad esencial siga siendo parte de nosotros, lo mismo que toda inconsistencia y debilidad que probablemente nos caracterizan ahora y entonces, seguro, nos seguirían determinando en el futuro.. Aún así, contra Malatesta, me parece esencial declarar, acá, que creo igual en la posibilidad de algo más que simple "simpatía" por el prójimo, el otro, el o la compañer@ camarada, o como queramos llamarlo.

Dado que no podemos "amar" a todos de la misma manera -fenómeno seguramente obvio para cualquiera- Malatesta asume que no podemos amar más que a uno, o dos, o algún numerito así finito y pequeñito. Pero, devuelta, quizá esto es plantear mal el problema. Porque, primero y ante todo, ¿por qué deberíamos pensar los diferentes amores en términos de intensidad? Cómo si pudiéramos hacer una jerarquía de los sentimientos, y decir: amo a A, pero prefiero a B, y C ni te digo, D a veces sí a veces no, y E es el mejor, obviamente.

"Verdad, consecuencia, salvataje o puntaje" solía ser un juego usual cuando yo iba al primario. La idea de "salvataje" era que imaginaras que una serie de personas estaban en un barco hundiéndose. Entonces el otro te nombraba una serie de nombres, y vos tenias que decidir a quien salvabas primero, y sino se hundía, a quien salvabas segundo, y así, y así. La manifestación última de que el amor no es igual para todos. Pero, posta, no se si eso tiene sentido. Y da lo mismo que le tengas una gran "simpatía" a todos si igual vas a dejar que se hundan. Si se trata de algo, seguro, se trata de otra cosa.

¿De qué se trata? No estoy del todo seguro. No creo, en realidad, que se puede escribir la historia del futuro. Si la Revolución fuera, seguramente nos sorprendería a todos un par de años después. Eso no es óbice para no pensar formas posibles, pero habría que saber que todo pensamiento es provisional, y que ninguna Revolución es la última Revolución.

De lo que sí estoy bastante seguro, es de que en otra sociedad, con otro tipo de relaciones intersubjetivas, el desamor también va a ser diferente. Tal vez la desilusión no pueda borrarse. Ni la primera amargura. Pero tal vez, solo tal vez, el desamor no tenga que enfrentarse, también, a frialdad y/o la indiferencia del otro-amado, y a veces, incluso, de tantos otros otros. Seguro, al menos, que la solución no va a ser una buena dosis de Risperidona, o Alprazolam o Fluoxetina, o el químico de moda que ofrece el Capitalismo a cada momento. Y quizá, entonces, aún cuando no haya, en la Sociedad Revolucionaria, en la Comunidad Intermonádica del Amor -como la llama el compañero Mati- una respuesta a la experiencia del desamor.. Habrá, al menos, pienso yo, digo, algo mejor, o algo menos peor, que químicos, frialdad e indiferencia.

Esa es la apuesta, ¿no?